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Yo no sé
Donde todos creen saber.
Yo no sé.
Y me parece hermoso.
(De “El Principito”, Antoine de Saint-Exupéry) XX Pero sucedió que el principito, habiendo caminado largo tiempo a través de arenas, de rocas y de nieves, descubrió al fin una ruta. Y todas las rutas van hacia la morada de los hombres. —Buenos días —dijo. Era un jardín florido de rosas. —Buenos días —dijeron las rosas. El principito las miró. Todas se parecían a su flor. —¿Quiénes sois? —les preguntó, estupefacto. —Somos rosas —dijeron las rosas. —¡Ah! —dijo el principito. Y se sintió muy desdichado. Su flor le había contado que era la única de su especie en el universo. Y he aquí que había cinco mil, todas semejantes, en un solo jardín. “Se sentiría bien vejada si viera esto, se dijo; tosería enormemente y aparentaría morir para escapar al ridículo. Y yo tendría que aparentar cuidarla, pues, si no, para humillarme a mí también, se dejaría verdaderamente morir…”. Luego, se dijo aún: “Me creía rico con una flor única y no poseo más que una rosa ordinaria. La rosa y mis tres volcanes que me llegan a la rodilla, uno de los cuales quizá está apagado para siempre. Realmente no soy un gran príncipe…”. Y, tendido sobre la hierba, lloró. XXI Entonces apareció el zorro: —Buenos días —dijo el zorro. —Buenos días —respondió cortésmente el principito, que se dio vuelta, pero no vio nada. —Estoy acá —dijo la voz— bajo el manzano… —¿Quién eres? —dijo el principito—. Eres muy lindo… —Soy un zorro —dijo el zorro. —Ven a jugar conmigo —le propuso el principito—. ¡Estoy tan triste!… —No puedo jugar contigo —dijo el zorro—. No estoy domesticado. —¡Ah! Perdón —dijo el principito. Pero, después de reflexionar, agregó: —¿Qué significa “domesticar”? —No eres de aquí —dijo el zorro—. ¿Qué buscas? —Busco a los hombres —dijo el principito—. ¿Qué significa “domesticar”? —Los hombres —dijo el zorro— tienen fusiles y cazan. Es muy molesto. También crían gallinas. Es su único interés. ¿Buscas gallinas? —No —dijo el principito—. Busco amigos. ¿Qué significa “domesticar”? —Es una cosa demasiado olvidada —dijo el zorro—. Significa “crear lazos”. —¿Crear lazos? —Sí —dijo el zorro—. Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo… —Empiezo a comprender —dijo el principito—. Hay una flor… Creo que me ha domesticado... —Es posible —dijo el zorro—. ¡En la Tierra se ve toda clase de cosas…! —¡Oh! No es en la Tierra —dijo el principito. El zorro pareció muy intrigado: —¿En otro planeta? —Sí. —¿Hay cazadores en ese planeta? —No. —¡Es interesante eso! ¿Y gallinas? —No. —No hay nada perfecto —suspiró el zorro. Pero el zorro volvió a su idea: —Mi vida es monótona. Cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero, si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra. El tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves, allá, los campos de trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Es bien triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo… El zorro calló y miró largo tiempo al principito. —¡Por favor… domestícame! —dijo. —Bien lo quisiera —respondió el principito—, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas. —Sólo se conocen las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame! —¿Qué hay que hacer? —dijo el principito. —Hay que ser paciente —respondió el zorro—. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca… Al día siguiente volvió el principito. —Hubiese sido mejor venir a la misma hora —dijo el zorro—. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón… Los ritos son necesarios. —¿Qué es un rito? —dijo el principito. —Es también algo demasiado olvidado —dijo el zorro—. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora, de las otras horas. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. El jueves bailan con las muchachas del pueblo. El jueves es, pues, un día maravilloso. Voy a pasearme hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones. Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de la partida: —¡Ah!… —dijo el zorro—. Voy a llorar. —Tuya es la culpa —dijo el principito—. No deseaba hacerte mal, pero quisiste que te domesticara… —Sí —dijo el zorro. —¡Pero vas a llorar! —dijo el principito. —Sí —dijo el zorro. —Entonces, no ganas nada. —Gano —dijo el zorro—, por el color del trigo. Luego, agregó: —Ve y mira nuevamente las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás para decirme adiós y te regalaré un secreto. El principito se fue a ver nuevamente a las rosas: —No sois en absoluto parecidas a mi rosa; no sois nada aún —les dijo—. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Sois como era mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo. Y las rosas se sintieron molestas. —Sois bellas, pero estáis vacías —les dijo todavía—. No se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es ella la rosa a quien he regado. Puesto que es ella la rosa a quien puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa a quien abrigué con el biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres que se hicieron mariposas). Puesto que es ella la rosa a la que escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Puesto que ella es mi rosa. Y volvió hacia el zorro: —Adiós —dijo. —Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. —Lo esencial es invisible a los ojos —repitió el principito, a fin de acordarse. —El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante. —El tiempo que perdí por mi rosa… —dijo el principito, a fin de acordarse. —Los hombres han olvidado esta verdad —dijo el zorro—. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa… —Soy responsable de mi rosa… —repitió el principito, a fin de acordarse.
Mi gato es más bueno que algunas personas
Es que yo no tengo gato.
Llega a mi casa por su cuenta.
Me conversa y parece que sabe que no veo,
porque me explica con maullidos lo que quiere.
Quiere agua corriente,
se pone bajo la llave del lavamanos para que la abra.
Mi gato me eligió,
es de una vecina,
a mí no me pide comida.
El otro día se puso a escribir sobre mi teclado:
¿habrá querido hacer un poema?
Pero le salió ininteligible.
“… Así sigo caminando con mi bastón por la vida,
a veces alegre, a veces triste,
pero siempre creyendo que voy hacia ti.
Por el camino hago otras cosas
como Ulises rumbo a Ítaca,
sin embargo nunca pierdo de vista lo importante:
el final de mi camino quiero que seas tú.
Y ese final será un inicio de nuevos caminos
ahora juntos.
¿Cómo será cuando viajemos tomados de la mano?” LMQ
“Frente al arte una de las preguntas más persistentes es aquella que se refiere a su utilidad. La obra de arte revela a la sociedad el conocimiento inconsciente. Y aun cuando el artista puede hacer su trabajo de volverlo legible, esta traducción no es del todo transparente. Quien se acerque a la obra también tiene que hacer su propio trabajo de lectura, interpretación y elaboración simbólica.”
De Rainer Maria Rilke - Carta a un joven poeta (extractos)
“Usted pregunta si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí. Se lo ha preguntado antes a otros. Los manda a los periódicos. Los compara con otros poemas. Se inquieta cuando en las redacciones rechazan sus tentativas. Ahora, ya que usted me ha permitido darle un consejo, le pido que abandone todo eso. Usted mira hacia afuera, y eso es ante todo lo que ahora no debería hacer. Nadie puede ayudarlo, nadie. Solo hay un único modo. Entre en usted mismo. Investigue el motivo que le ordena escribir. Compruebe si extiende sus raíces hasta el lugar más profundo de su corazón, confiésese si debería morir, si escribir le fuese negado. Esto ante todo. Pregúntese en la hora más silenciosa de su noche: ¿debo escribir? Excave buscando una respuesta profunda. Y si resultase afirmativa, si puede enfrentar a esta seria pregunta con un simple y contundente “sí debo”, entonces construya su vida conforme a esta necesidad; su vida debe volverse hasta en sus horas más insignificantes un signo y un testimonio de este impulso. Acérquese luego a la naturaleza. Intente decir, como un primer hombre, lo que usted ve y vive y ama y pierde. No escriba poemas de amor; evite al principio aquellas formas que son demasiado corrientes y habituales: son las más difíciles, porque se necesita una fuerza considerable y madura para producir algo propio allí donde existen en gran cantidad buenas y en parte brillantes tradiciones. Por eso apártese de los motivos generales y acérquese a aquellos que su propia vida cotidiana le ofrece. Describa sus tristezas y deseos, los pensamientos pasajeros y la fe en cualquier tipo de belleza; describa todo eso con una sinceridad íntima, silenciosa y humilde y sírvase, para expresarse, de las cosas de su entorno, las imágenes de sus sueños y los objetos de su recuerdo.
Si su cotidianeidad le parece pobre, no la culpe, dígase que usted no es suficiente poeta para invocar sus riquezas, porque para el creador no hay pobreza ni lugar indiferente ni lugar pobre. Y si usted mismo estuviese en una prisión, cuyas paredes no dejasen llegar a sus sentidos ninguno de los ruidos del mundo, ¿no seguiría usted aún teniendo siempre su infancia, esa riqueza exquisita y majestuosa, ese tesoro de los recuerdos? Vuelva hacia allí su atención. Intente evocar las sensaciones sumergidas de ese vasto pasado; su personalidad se afirmará, su soledad se expandirá y se volverá una morada crepuscular por la que el ruido vano de los otros pasa a lo lejos. Y si a partir de este volverse hacia adentro, de este sumergirse en el mundo propio llegan versos, entonces ya no pensará en preguntarle a nadie si son o no buenos. Tampoco intentará interesar a los periódicos en sus poemas: porque usted verá en ellos algo que ama y que le pertenece de manera natural, un fragmento y una voz de su vida. Una obra de arte es buena si surgió de una necesidad. En este origen radica su juicio: no existe ningún otro.”
“Deje que cada impresión y cada germen de sensación se complete enteramente en usted, en la oscuridad, en lo indecible, en lo inconsciente, en lo inaccesible al propio entendimiento, y espere con humildad y paciencia el momento del alumbramiento de una nueva claridad: solo esto quiere decir vivir artísticamente, tanto en el comprender como en el crear. Allí no hay un medir del tiempo: no cuentan los años y cien años no son nada. Ser artista quiere decir: no calcular ni contar. Lo aprendo cotidianamente entre dolores a los que estoy agradecido: la paciencia es todo.
Procure estar cerca de las cosas que no lo abandonarán; aún están las noches y los vientos que pasan por muchas tierras y atraviesan muchos árboles; incluso entre las cosas y los animales todo está lleno de acontecimientos de los que usted puede participar; y los niños son todavía tan tristes y felices. Hay mucha belleza en todas partes.
Lea la menor cantidad posible de textos de crítica literaria. O bien son siempre opiniones partidarias, petrificadas y carentes de sentido en su exánime dureza, o bien son diestros juegos de palabras en los que hoy se impone esta opinión y mañana la contraria. El arte es solo una forma de vivir y uno incluso puede, viviendo de cualquier modo, aún sin saberlo, prepararse para él; en todo lo real se está más cerca y próximo a él que en las profesiones irreales y semiartísticas que, simulando una afinidad con el arte, niegan y atentan en la práctica contra su existencia, como lo hace quizás todo el periodismo, casi toda la crítica y las tres cuartas partes de lo que se llama y quiere llamarse literatura.
Todo lo que pueda pensar sobre su infancia es bueno. Todo lo que haga de usted más de lo que usted ha sido hasta ahora en sus mejores momentos está bien. Cada elevación es buena si está en su sangre, si no es embriaguez ni algo turbio, sino alegría que uno ve hasta el fondo. En lo profundo todo se hace ley.
Debemos aceptar nuestra existencia hasta donde llegue; todo, también lo inaudito, debe ser posible en ella. Este es el único coraje que se nos exige: ser valientes para lo más insólito, lo más maravilloso y lo más inexplicable que nos pueda suceder.”